Alguna vez fui a aprender kungfú a Japón.
Llevaba diez años estudiando y nada que aprendía.
Y decidi hablar con mi maestro, un viejo como de cien años de esos que enseñan artes marciales.
Y le dije: Estoy cansado de esto.
Practico y practico y no puedo dar ni una patada.
El maestro me miró dulcemente a los ojos, y con voz suave, paternal y misteriosa, me dijo:
¿Has visto a las gaviotas cuando vuelan a favor del viento?
Y respondi: Sí, maestro.
¿Y has visto como los hipopótamos se revuelcan en el fango?
Y respondi: Sí, maestro.
¿Y has visto como los ocelotes abren sus ojos a la luz?
Y respondi: Sí, maestro.
Vez¡¡¡
Por estar viendo esas pendejadas no aprendes ni madres…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario